viernes, 21 de enero de 2022

La metafísica de Devs II

En el último post de esta sección nos preguntábamos si había formas de conocer más verdaderas que otras, o formas de preguntar más correctas que otras, tirando del hilo de la premisa que nos pone sobre la mesa la miniserie Devs.

Esta manera de aproximarse al problema de la verdad podría parecer, desde nuestro punto de vista, sensata, pero si tomamos distancia crítica con el presente, nos podemos dar cuenta de que es una forma de preguntar específicamente moderna. Esta forma de preguntar bebe mucho de la influencia que han tenido los avances en la ciencia y las técnicas estos últimos siglos. En la medida en que hemos matematizado la naturaleza, y ésta ha correspondido a nuestras ecuaciones, se nos empezó a abrir una puerta a conocer el mundo de una manera muy fiable. Y no sólo eso. Nos empezó a parecer tanto más fiable un conocimiento a más factores pudiera asumir en su interior las ecuaciones que lo enuncian. ¿Cómo tener en cuenta más factores para una mayor fiabilidad del conocimiento? Fácil, profundizando en el tiempo y el espacio; “bajando siempre más abajo”, por así decir.

Esta tendencia llega a su paroxismo en Devs. Cuando se nos presenta el computador cuántico, da la sensación de que lo que se ve en él no es una herramienta para conocer el mundo, sino la que puede darnos ya dado el conocimiento mismo del mundo. Como es lo único capaz de tener en cuenta todos los factores de la ecuación del mundo, es a su vez lo único capaz de darnos un conocimiento absoluto del mismo. Muy acorde con lo que decíamos sobre esa manera de preguntar específicamente moderna, sería algo así como la culminación de la ciencia.

La progresión del espíritu científico y de la ciencia es buena, por supuesto (¡no vamos a negarlo en este blog, por favor!). El problema no es que la ciencia, en cada una de sus disciplinas, haya encontrado una manera de aproximarse a la verdad, de la que en cada caso tratan, mediante un método, sino que tendamos a reducir todo nuestro pensamiento a dicho método como conditio sine qua non para darle validez a cualesquiera de nuestros juicios; o peor, que pretendamos reducir todas las disciplinas de la ciencia a una única disciplina, la física, como la única candidata capaz de conocer verdaderamente el mundo, siendo el resto de disciplinas formas ficticias o vagas de conocer.

Esta tendencia es sólo el producto de nuestra habitual predisposición a confundir el conocimiento del mundo con el mundo mismo. Por decirlo en claro: no bajando “más abajo” en el mundo mismo lo vamos a conocer “más en profundidad”, sino que ésta es sólo una de las muchas maneras que hay de conocerlo. Por ejemplo, por mucho que bajemos en el mundo a nivel molecular, atómico, cuántico, etc., no vamos a encontrar ahí el teorema de Pitágoras; y no por no estar éste ahí va a dejar de ser menos verdadero. De la misma forma, no porque los conceptos en el anterior post mencionados, como Lily, ojo, pestañear o sequedad, no se encuentren ahí, van a dejar de tener menos consistencia o ser meras verdades vagas, porque tienen, en tanto que conceptos, en tanto que ideas, una consistencia que es independiente del mundo mismo.

Vamos, que por mucho que nos empeñemos, las cuestiones que ya planteaba Platón con su metáfora de los dos mundos, el inteligible y el sensible, siguen vigentes, y parece que no van a dejar de estarlo por mucho que la ciencia y la técnica avancen. Esto no quiere decir que el problema epistemológico esté con ello resuelto. Simplemente quiere decir que, por mucho que positivistas o psicologicistas pretendan tener una respuesta última al problema de la verdad, la filosofía siempre estará ahí para recordar que esta supuesta respuesta sólo se consigue al precio de confundir el conocimiento del mundo con el mundo mismo. "El olvido del ser", como diría Heidegger.

Esta confusión es tentadora hasta que nos damos cuenta que, en realidad, el mundo mismo, la cosa en sí, lo que Kant denominaba noúmeno, queda inevitablemente fuera de nuestro alcance, porque sólo podemos conocer mediante representaciones de la cosa en sí, de fenómenos. ¿Qué quiere decir esto? Que el conocimiento siempre versa sobre representaciones de las cosas, y nunca de la cosa en sí. Por decirlo de alguna manera, tú puedes conocer “esto” en tanto que “silla”, o en tanto que “madera”, o en tanto que “decorado”, etc. Lo que no vas a poder hacer, por entendernos, es coger la silla y, dicho así gráficamente, metértela en la cabeza para conocer su “verdad” última. No porque no se pueda, sino porque conocer no consiste en eso. Como dijimos en el anterior post, conocer no es señalar la cosa, pero tampoco es el mero concepto, sino la síntesis de ambas (sujeto-predicado).

Ahora bien, habiendo ya problematizado la primera cuestión, la epistemológica, ¿qué pasa con la segunda, el principio de libertad? Resolveremos esta duda en el próximo y último post de esta serie.

¡Nos vemos allí! 😀

1 comentario:

  1. «No hay ningún terreno neutral desde el cual podamos reiniciar la humanidad y, así, formar un vocabulario a partir de cero que nos ponga en contacto con entidades cuya naturaleza no dependa de variaciones diacrónicas y sincrónicas. Esto socava la misma inteligibilidad de las tentativas procedentes de la forma lógica del materialismo eliminativo y sus derivados. Estas historias solo tienen sentido frente al trasfondo de los juicios de valor que deberíamos fraguar de nosotros mismos solo teniendo en cuenta el mejor vocabulario naturalista-científico disponible (por alguna razón u otra que a menudo permanece implícita en las discusiones de las descripciones drásticamente reduccionistas de la mente humana).» [Markus Gabriel, Neoexistencialismo, Págs. 139-140]

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